Salud pública somete a más de 11000 controles al agua de grifo

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Muchos de los consumidores de agua embotellada reconocen cierto temor a beber agua de grifo; muchas veces, ese temor se relaciona con un prejuicio sin muchos fundamentos respecto de los servicios públicos. En Albacete, por ejemplo, Salud Pública somete el agua del grifo a 11.000 análisis sólo para controlar el cloro, como respuesta a los nueve casos de legionelosis que hubo en la provincia el año pasado. Ahora, un equipo de setenta profesionales, entre veterinarios, farmacéuticos y administrativos, cuidan la seguridad de bebidas y alimentos

Sólo se habla de ellos cuando hay un brote de salmonela, pero no se dice todo lo que hacen para evitarlo, protesta el jefe de Salud Pública, Raúl Sánchez.

Para ser más precisos, debemos decir que son 11.651 inspecciones anuales que los distintos expertos realizan en mataderos, piscinas, restaurantes e industrias alimentarias de Albacete, velando porque la carne que llega a la mesa de sus vecinos no contenga ni restos de medicamentos ni enfermedades. De igual forma, este equipo de setenta profesiones corrobora que el agua que llega al vaso sea potable, y que de lo contrario, no corra por el grifo. Además, tanto las torres de refrigeración como el agua caliente sanitaria se miran con lupa. Los albaceteños pueden estar tranquilos.

Los controles:

  • se buscan restos de fármacos en la carne de origen animal;
  • se somete el agua a miles de controles para medir los niveles de cloro;
  • se supervisan 436 establecimientos con riesgo de generar la temida bacteria legionela y
  • se responde a todas las alertas sanitarias, ya las generen las coquinas de Perú o el aceite de girasol de origen ucraniano.

Y después de tan exhaustivo control, Raúl Sánchez no titubea al afirmar que el agua del grifo no tiene nada que envidiar a la mineral. í‰l sabe mejor que nadie que el control veterinario y farmacéutico no deja lugar a dudas.

Si en la provincia no pasa nada grave desde hace décadas es porque se previene, aclara. El año pasado, la Delegación de Salud recibió 230 alertas alimentarias procedentes de la Comunidad Europea. Finalmente, los inspectores detectaron problemas en una veintena de productos que retiraron del mercado.

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Pero la estrella de los controles es el agua. Lo normal es que nunca deje de ser potable, pero generalmente, de uno de cada diez análisis hay que corregir algún parámetro. Sólo para medir sus niveles de cloro, el año pasado se realizaron más de 11.000 controles, además un sinfí­n de parámetros que también se supervisan. Se pone especial atención en la prevención de la legionela, una bacteria que puede provocar neumoní­a y que, el año pasado se diagnosticó en nueve pacientes. El hábitat natural de esta bacteria es el agua y puede llegar a su ví­ctima a través de aspersores, difusores de ducha o torres de refrigeración. Se pretende controlar e inspeccionar todo para evitar brotes.

Prueba de que el sistema funciona es que se pudo hacer frente a todo a pesar de que se trataba de productos de distribución amplí­sima, aseguró Sánchez. La sanidad curativa es la que se ve y resulta fundamental, pero la preventiva es tanto o más importante, concluyó.

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